No puedo contenerme. Necesito sentarme a escribir al menos unas pocas palabras en esta noche, que como ella ha habido, tal vez, una sola más en mi vida... Es muy tarde, son las 3 de la madrugada... Ya estaba durmiendo profundamente cuando, de pronto, me desperté al sonido de sirenas y gritos. Pensé que habían atacado a Afikim. Solo después de unos minutos, ya vestido, recordé que, probablemente, habían decidido a favor del estado judío. Y así fue. No supe qué hacer. Corrí al comedor donde la mitad de los miembros del Kibutz estaban bailando en ronda. Algunos gritaban, los amigos se besaban. Y yo no supe qué hacer. No supe qué decir ni con quién hablar. Bailé como todos los demás y, al irme, fui el último que salió del comedor.