Yehuda Steinberg
¿Qué es Janucá?
Tan pronto como el sol del 24 de Kislev se ponía y el mercado quedaba vacío, Henech se apresuraba a terminar de rezar Minjá y Maariv y corría a su casa, cerraba la puerta y se dedicaba a encender la vela de Janucá para difundir el milagro. Cerraba la puerta a causa de los matones como Heny, que vivían en el piso alto de la casa y siempre pasaban por la puerta de su vivienda. Eran grandes payasos, Dios nos libre, y completamente herejes.
Sin duda se burlarían de él. Él no quería que ningún judío cometiera alguna falta por un pecado tan grave como el de burlarse de las mitzvot de D's.
Cascaba una nuez rápida y cuidadosamente, listo para hablar. Y aquí se detenía un poco, porque estaba avergonzado y no sabía qué hacer con el contenido de la nuez. No podía echarlo por miedo a despreciar alimentos; dudaba si debía entregarlo a los niños, debido al temor de que descartaran los recursos para cumplir la mitzvá, de los que ciertamente está prohibido disfrutar. La nuez había sido convocada y asignada a ello, y la convocatoria se lleva a cabo por medio de la palabra. Pero de inmediato recordaba la mitzvá que estaba por malograrse y arrojaba el contenido de la nuez al fuego, escondía una mitad de la cáscara para el día siguiente y depositaba la otra mitad sobre el banco que estaba junto a la puerta, vertía en ella aceite, colocaba la mecha, tomaba el shamash y encendía la vela con él. Veía en ello una obra de arte. Tanto si había muchas velas como si se trataba de una sola, en cada una de las ocho noches tenía la intención de terminar las bendiciones junto con el final del encendido, y nunca se retrasaba ni se anticipaba. Luego se alejaba un poco, miraba las velas luminosas y sentía un gran placer, como el del mundo por venir.
"Estas velas son sagradas", ciertamente lo son, brillan con la luz oculta, la luz de los siete días. "Y no estamos autorizados a usarlas para ningún fin".
Se repliega en sí mismo y entrecierra los ojos, por temor a disfrutar de la luz de las velas. "Nos ha sido impartida la mitzvá de no disfrutar", pero de inmediato mira el sol pegado a un costado y se tranquiliza. "Mi placer se deberá al sol", se consuela. "No tenemos derecho a usar estas velas sino tan sólo a verlas". Pero está permitido verlas. ¡Cuántas bondades nos ha concedido D's, que al menos en al menos en las noches de Janucá nos permite mirar la luz suprema, la luz oculta reservada a los justos en el futuro!
Y no sólo eso, sino que ha revestido el interior con una bonita cobertura, con una bella acción, con el encendido de las velas. No sólo que se ha puesto de pie, por así decirlo, y nos ha ordenado agradecer y alabar los milagros y maravillas que ha hecho, que hace y que hará para nuestros antepasados y para nosotros cada día y en cada momento, a toda hora y a cada instante. Y canta con gran placer Maoz Zur Yeshuati con un tono entre el llanto y la alegría, y la tristeza que sale y resuena desde el regocijo se extiende por toda la casa y se instala en los corazones de sus familiares que lo oyen, quienes suspiran con beneplácito y con cierta sensación de elevación, como príncipes cautivados por esa melodía.
Y cuando llega al verso "mi alma está colmada de amistad" piensa que él, Henech, sufre por toda la congregación, y se inclina y doblega con buena voluntad para asumir la carga de la amistad y el yugo de la servidumbre. Pero cuando llega a "me ha traído a Su sagrada morada", le parece también que el Santo Bendito Sea, por así decirlo, se aferra a su ropa –la ropa de Henech– y lo lleva –a Henech– a Su sagrada morada. Y mira la luz de las velas, mira y mira, y su mirada no se satisface. Cuanto más mira, más capta en su mente conclusiones que la boca no puede decir y que el oído no puede oír. Y ve con sus sentidos que la llama de las velas se mueve al este y al oeste, al norte y al sur, se encoge y se extiende. Sabe claramente que todos esos movimientos no son casuales, sino por providencia personal. ¿Qué pasaría si un hato o un palillo movido a veces de un lugar a otro por el pie de alguien, se moviera sólo por providencia personal? Con más razón todas estas llamas de las sagradas velas de Janucá, que no flamean sólo por azar. Si es así, hay una intención en todo esto, y hay en ello arcanos y secretos ocultos. Las velas dicen poesía, el poema de la unión con D's, alaban y agradecen al Santo Bendito Sea por haber creado su mundo.
Y allí arriba, en el piso alto, se reúnen Heny y los matones, celebran con desenfreno y dicen necedades. Sorprende que, dondequiera que huelan sangre, inmediatamente se reúnen allí y se agolpan como las abejas alrededor de la miel. Están contentos con Yehuda HaMacabi. ¡Qué tontos! ¿Sería concebible que si no hubiera sido por Yehuda HaMacabi, no habría habido Janucá en el mundo? Esa Torá que precedió miles de años a la creación del mundo, ¿carecía de halajot completas y grandes mitzvot? De hecho, él conoce la historia de los Jashmonaim y de las guerras, pero ¿acaso las guerras disminuyeron? Aquella guerra con los Jashmonaim y con Yehuda HaMacabi tuvo lugar sólo para que existiera una halajá de nuestra íntegra y sagrada Torá, en la que nada falta y nada sobra, que es eterna e incluye todos los tiempos y todas las épocas. Ellos están felices y contentos, no por la luz oculta sino por alguna gota de sangre griega derramada. No saben que, básicamente, nada ha sucedido por los bellos palacios de Marta Bat Boetos y Nakdimon Ben Gurion, que tanto lloran y se lamentan por su destrucción, sino por su antítesis pura, el mármol que oculta los secretos más recónditos. Pero estos torpes no tienen ninguna relación con los asuntos espirituales, dejan a un lado lo principal y arrebatan lo secundario.
"Desnuda Tu brazo sagrado"... y se remite al significado de las palabras, que el Nombre Bendito abra los ojos de los ciegos para que entiendan y alcancen una comprensión verdadera, para que sepan "qué es Janucá" y con qué fin fueron creados las guerras y los Jashmonaim.
Categorías: Fuentes y textos, la Edad Moderna y el sionismo, literatura, renacimiento y soberanía
Palabras clave: Velas de Janucá, Macabim